Dicen que el dinero no da la felicidad, y seguramente sea cierto, pero desde la riqueza las cosas deben verse de otra manera, desde luego. Dejar de pensar en problemas como el pago de la hipoteca, el trabajo o las penurias por no poder adquirir el coche que más nos guste. Vivir como siempre hemos querido, no solo con cosas materiales, sino logrando darle una vida segura y próspera a los nuestros. Tener una buena casa, unas vacaciones de lujo, viajar y aprovechar mejor nuestro tiempo, porque eso es lo que al final compra el dinero, la libertad para hacer lo que queremos. Si ofrecemos a cualquiera de esos jóvenes que no ven claro su futuro, o los trabajadores que llevan décadas sobreviviendo solo para salir adelante, el cambiarse por un rico, seguramente no se lo pensaría demasiado. Nos han vendido que esa es la imagen del éxito, la de alguien que puede permitirse el lujo de no volver a trabajar.

Pero para algunos eso no es suficiente, y tienen que llegar mucho más allá. ¿De qué te sirve el dinero si no puedes gastarlo en fiestas, por ejemplo? ¿Cómo va a saber la gente que eres millonario si no sacas a relucir tu fortuna en extravagantes regalos y eventos multitudinarios? En esta nueva era de las redes sociales, donde el ego se infla a base de likes y menciones, uno no puede ser rico sin aparentarlo. Los hay que lo llevan con mucha discreción, pero en la mayoría de casos, esos nuevos millonarios no tienen ningún reparo en presumir de todo lo que han ganado. Empresas innovadoras, startups, criptomenadas, pero también deportistas jóvenes que se saltan su vida monasterial por una noche para disfrutar de la juventud. Son ricos, jóvenes, y quieren aprovechar esa etapa al máximo, porque pueden hacerlo. De ahí que las fiestas que celebran hoy por hoy sean más escandalosas, más grandes y más espectaculares, emitidas casi en directo a través de Instagram y Twitter por ellos mismos. Aquí no hay límites, no hay tabúes, y cualquier fantasía que el dinero pueda comprar se hace realidad.

Nuevos ricos que quieren ostentar

Estas fiestas no son algo nuevo. De hecho, en todo se llevan celebrando banquetes y festines de este tipo desde tiempos inmemoriales. Y todos tenían un objetivo común: la ostentación. Esa demostración de poderío social y económico que alzaba a emperadores y reyes, y les hacía ser envidiados por todos los súbditos. Hoy en día las cosas no han cambiado tanto. Sea en mansiones de lujo, en hoteles alquilados para la ocasión, en ranchos perdidos en el desierto o incluso en buques en alta mar, las fiestas de los millonarios siguen provocando fascinación. Quien más quien menos se siente embelesado por todo lo que se hace allí, incluso por lo prohibido. Es una manera de mostrarnos que pueden hacer prácticamente lo que quieran, porque poseen dinero para pagar casi cualquier cosa.

Los cumpleaños de los jeques millonarios y de las familias reales del Golfo Pérsico son una versión light de estas fiestas. Los artistas más importantes del mundo han ido a actuar en esas celebraciones, a cambio de su caché completo. Pero no se trata de traer a Beyoncé para que te cante durante media hora. Lo que estos nuevos ricos buscan es mostrar todo lo que han conseguido, todo lo que han logrado, con su trabajo. Suelen ser varones muy jóvenes que han ganado mucho dinero con las nuevas tecnologías, y están en edad de disfrutarlo. No tienen que vender la imagen del directivo serio o responsable, porque de eso ya se encargan otros. Jugadores de póker con ganancias millonarios, hijos de grandes empresarios y magnates, sucesores de familias reales en muchos países… La lista de nuevos millonarios es larga, y parecen tener una competición por ver quién monta la fiesta más desenfrenada.

Mansiones, ranchos e islas privadas

El poder adquisitivo de estos jóvenes está por encima de lo que muchos podríamos imaginar. No se trata de gente que ha ganado algún que otro millón con inversiones o con una nueva empresa digital. Son auténticos milmillonarios, a los que no les tiembla el pulso a la hora de gastarse millones de dólares en una fiesta épica. Lo hace, además, en sus sitios favoritos. Sus mansiones de lujo, sus yates, sus ranchos… incluso en islas privadas. Allí, donde nadie les va a molestar y pueden hacer ostentación de todo lo que han conseguido sin problema. Donde pueden invitar a otras celebridades, y a sus amigos, para vivir una experiencia inolvidable que redefina el concepto de fiesta salvaje. Y lo cierto es que se les da de maravilla demostrar que son capaces de llegar muy lejos.

Las drogas y el alcohol son habituales

Una fiesta no sería una fiesta si no hubiera alcohol, eso desde luego. Estos jóvenes millonarios han crecido con la idea de que beber es algo cool, pero no optan por una cerveza que cualquiera pueda tener en su congelador. Son más de champán y vino rosado, o de whisky de más de 3.000 dólares la botella. Todo es poco para demostrar que a la hora de divertirse, como diría aquel, no reparan en gastos. Pero no es solo alcohol. La droga también se mueve en este tipo de fiestas, de manera ilegal, pero totalmente libre. Desde la marihuana hasta la cocaína, pasando por sustancias más potentes como el MDMA, un ácido lisérgico que tiene mucha popularidad entre esta nueva generación de millonarios.

Escorts y sexo desenfrenado

Y por supuesto, la diversión tampoco estaría completa sin un poco de morbo y sexo. Estos millonarios suelen rodearse de chicas muy hermosas, modelos y azafatas, a las que invitan a sus fiestas o les pagan viajes. A veces estas chicas simplemente acompañan al rico de turno, casi como si fueran sus trofeos de los que fardar. En otras ocasiones dan un paso más y tienen relaciones con ellos, o con sus invitados, a cambio de dinero. Es una forma muy sencilla de entrar al mundo de la prostitución de lujos. En ocasiones, estos mismos millonarios buscan a las escorts, ya profesionales, para asegurarse la diversión en sus escapadas o en estas fiestas tan intensas.

El sexo desenfrenado suele ser también un denominador común en las fiestas de los nuevos millonarios. Tal vez uno piense que Scorsese exageraba al mostrarnos esa realidad en la película El Lobo de Wall Street. Y es cierto que eran otros tiempos, donde no había tantos medios para conocer la realidad de lo que se cocía en estas fiestas. Sin embargo, las imágenes que allí se veían eran totalmente fieles a la realidad, y se siguen dando. Estos hombres ricos prefieren tener a un montón de chicas con ganas de disfrutar de un rato de sexo que atarse a solo una mujer, al menos mientras son jóvenes. Las fantasías sexuales ya no se quedan nunca más en su mente, porque con estas profesionales siempre se pueden hacer realidad, mientras el dinero siga entrando en la cuenta.